Carlos, entró en el Robot-shop y miró en todas
direcciones. Infinidad de modelos aquí y allá. Para distintas utilidades.
Caminó entre los distintos tipos, deteniéndose a observar en las pantallas
adjuntas las características de cada uno.
Robot-mecánico: reparación de objetos
eléctricos de uso doméstico. Continuó
observando.
Robot-instructor: ideal para aprendizaje de niños. Maneja
fluidamente diez idiomas. Amplia base de datos historia, geografía,
matemáticas. Regulador de severidad.
Pasó bien cerca. Se detuvo y la observó
detenidamente. Simulaba una mujer joven. Cualquiera podía decir que era un ser
humano mas. Tan perfectos los hacían.
Se tentó de tocar la piel, pero se frenó a último momento.
-
Hágalo. No se inhiba, no hay problema.
–
Abruptamente se dio vuelta y vio al vendedor
que le estaba hablando.
-
No, yo solamente estaba mirando…-
-
En serio, no hay ningún
inconveniente. Tóquela –
Dudó unos instantes
y luego su dedo avanzó tímidamente hacia la cara del robot.
Notó como la piel o
lo que fuera se deprimía levemente ante su presión. Sorprendido desplazó su dedo por la mejilla y
comprobó la tersura y suavidad. Hasta estaba tibia. La sensación de estar tocando una piel real
era absoluta.
-
Muy real No ? -
Dijo el vendedor con una sonrisa casi burlona.
-
Realmente si, asi lo parece –
-
Tanto que si estuviera en
funciones no notaría la diferencia con un humano.
-
No trate de engañarme, por favor.
-
Son extremadamente reales, créame.
-
Que tan reales llegan a ser ?-
Preguntó Carlos
-
Lo son hasta en sus mas íntimas
anatomías. - El vendedor sonrió y
enarcó las cejas en un gesto de malicia.
-
Vaya, si que son reales entonces.
-
Son formidables.- Aclaró el vendedor.
Carlos se detuvo un momento. – Ud también es
uno de… ? –
-
Yo ? Oh, no. Soy un humano real, un simple
vendedor.
Carlos lo miró con desconfianza. Si el robot que había tocado lo confundía,
por que no podría hacerlo el vendedor.
-
Dígame señor….-
-
Carlos Aranda.
El vendedor sonrió una vez mas.
-
Bien, Carlos Aranda ¿ Que es lo
que está buscando ? –
-
Mi esposa quiere un robot para
tareas domésticas.
-
Aha Un robot que la ayude en la casa.
-
Si, eso es. - Aclaró Carlos
-
Bueno, sígame a este otro sector
por favor –
Cruzaron el amplio recinto
del local de compras hasta una zona que estaba marcada por un cartel virtual
que precisamente decía TAREAS DOMÉSTICAS.
Sobre pedestales luminosos se
encontraban otra serie de robots en posición de pasar la aspiradora o de tender
una cama.
-
Aquí los tiene. Dígame, Carlos, lo
prefiere masculino, femenino, asexuado…
-
Femenino.- Dijo Carlos sin titubear, sorprendiéndose de
su propia respuesta.
-
Aha. Tiene usted chicos ?
-
Si, dos
-
Y de que edades ?
-
Dos nenas de 8 y 10
-
Muy bien, venga por aquí.
Avanzaron hasta el fondo de un pasillo y ahí
la vio. Frente a él había una muchacha
de mediana estatura, mas bien menuda, cabello corto y obscuro, simulando secar
platos sobre un fregadero.
-
Le preguntaba lo de los chicos por
que este modelo viene incluido con un circuito de paciencia.
-
Circuito de paciencia ?
-
Claro, jamás se cansa de los
niños, por mas rebeldes que sean.
-
Mis hijas son bastante tranquilas.
-
Todos los chicos son rebeldes en
potencia.
Carlos pensó que el vendedor tenía razón.
-
Además posee la última versión del
procesador afectivo.
-
Y eso que es ?
-
Se encariña con los niños, lo que
hace mas llevadera la tarea.
-
Pero… limpia ?
El vendedor se sonrió por tercera vez.
-
Por supuesto que si, es su función
básica. Pero como está destinada a vivir con una familia posee otros procesos
complementarios para adaptarse mejor a esa función. Por decirlo de alguna
manera, debe comprender a la familia con la que vive, conocer sus gustos y
necesidades para poder atenderlos con mas eficiencia. Se encariña con ellos.
Carlos se quedó callado, en claro gesto de
esperar que le indicaran como hacía para limpiar.
-
Está bién, esta bién. Limpia la casa de acuerdo a un programa que
se le determina, tiende las camas, lava la ropa, plancha.-
-
Plancha ?
-
Ud dijo tareas domésticas No ?
-
Si, asi es.- Respondió sonrojándose
Continuó el vendedor -
Puede hacer las compras en el supermercado y atender a los chicos.
-
Lava el auto ? Corta el pasto ?
-
Si Ud se lo pide, lo hace muy
eficientemente.
El hecho de no tener que hacer esas aburridas
actividades los fines de semana ya justificaba la compra.
-
Y dígame ¿ Que hay de esas leyes
de los robots ? –
-
¿ Las Leyes de Asimov dice Usted ?
–
-
Si, esas creo
-
Todo robot tiene en su
programación básica esas funciones:
Jamás, repito, jamás un robot hará nada que pueda provocar daño a un
humano. Se desconectaría automáticamente antes de eso.
-
Pero hay otras No ? –
-
Claro, el robot siempre obedecerá
lo que el humano le ordene, siempre que no infringa la primera ley.
-
Y la tercera ? –
-
El robot no hará nada que ponga en
peligro su propia existencia, salvo que afecte la primera o la segunda ley.
Comprende ? Es cuestión de prioridades.
Miró a la robot, miró su renegrido cabello,
sus manos enguantadas.
-
La llevo –
Entró a la casa y vio que nadie salía a
recibirlo.
-
Queridaaaa…Chicasss.-
Sintió el ruido de
pasos que alborotadamente avanzaban por el pasillo en dirección a la puerta de
entrada.
-
Yo primero ! - dijo una voz chillona - No yo !- Respondió otra
Las dos nenas avanzaron a velocidad al
encuentro de su padre, pero se detuvieron de golpe cuando vieron que dos ojos
vivaces las observaban fijamente desde el umbral de la puerta.
-
Me imagino que vos sos Rosario y
vos Luz. - Dijo una voz alegre
Carlos hasta creyó oir ruido
a servomecanismos, cuando la robot giró alternativamente el cuello mirando a
una y otra niña.
-
Niñas ¿ Que se dice ? – Dijo el padre.
-
Buenos días, señorita…- Contestó tímidamente una de ellas.
-
Ana - Dijo
sorpresivamente Carlos. No había reparado en el detalle del nombre y se le
ocurrió ese en el momento, por que se acordó de una tía.
-
Ana, si. Mi nombre es Ana.- dijo con voz melodiosa a la vez que su cuello
ahora giraba en dirección a Carlos.
Mas atrás apareció Alicia, la esposa de
Carlos. Previamente dirigió una mirada
escrutadora, prácticamente un escaneo a la recién llegada.
-
Encantada, mi nombre es Alicia.- Y
le extendió la mano.
Ana tomó la mano de Alicia y
realizó la presión justa equivalente a la que realizaba la mujer, de esa forma
evitaba hacer algún daño.
Luego de mostrarle la casa e
indicarle las funciones que tenía que cumplir, Alicia fue a ver a Carlos a su
escritorio de trabajo.
-
Te la buscaste joven y bonita.
- Dijo enarcando una de sus cejas y
usando un tono casi acusador.
-
No me dijiste como la querías, pensé
que para las nenas… -
-
Te estoy cargando, tarado.- dijo sentándose en su falda y cruzándole los brazos por
detrás de la cabeza, de manera que su escote quedaba frente a sus ojos.
Carlos solo atinó a
sonreir.
-
Me gusta. Es simpática. Nos va a
aliviar mucho las cosas y nos va a permitir mas tiempo para nosotros y las
nenas.- Dijo Alicia.
-
¿ No te da celos ? - Replicó Carlos.
-
¿ Celos ? Es solo una máquina. –
Sentado frente a su monitor, investigaba sobre
algo que le había llamado la atención:
el procesador afectivo.
Según la página que estaba leyendo,
perteneciente a un profesor japonés, experto en robótica, los robots de esa
serie eran capaces de simular sentimientos de afecto. Su programación tenía
simulaciones básicas de sentimientos humanos. Una variada base de datos
relacionada con simpatía, amistad y sensaciones afectuosas.
El procesador tomando como base esos
parámetros podía incorporar nuevas experiencias a través de su interconección
diaria con los humanos, de manera tal que “ aprendía “ a ser amistoso con las
personas de su entorno.
Todo eso redundaba en una mas eficiente realización
de sus tareas. En el caso específico de
los robots domésticos, aprendían y comprendían los estados de ánimos de sus
dueños, obrando en consecuencia.
El profesor opinaba que desarrollaban
capacidades para complacer a sus dueños, de forma que estos a su vez
manifestaran agrado hacia el robot, creando asi un feed back que llevaba al
robot a desarrollar sus tareas con eficiencia.
Ya, rayando en la filosofía, el profesor decía
que los robots desarrollaban actitudes que simulaban sentimientos.
“ Un robot con sentimientos ? “ Pensó Carlos.
De pronto sintió un casi imperceptible sonido y al girar levemente la
cabeza hacia su derecha, casi pega un grito.
Una cara se encontraba a pocos centímetros de
la suya, mirando también la pantalla.
-
Ana ! Por favor, no te había
escuchado ! –
-
Le duele el cuello señor ? –
-
Como ? –
-
Deduzco por su postura y la
tensión de los músculos de su espalda y cuello que padece una contractura. –
En realidad sentía
que le dolía la parte superior de la espalda, producto de muchas horas frente a
la computadora.
-
Permítame hacerle unos masajes,
Señor.-
Sin haber
contestado, se encontró con que unas manos suaves, pero firmes recorrían ambos
lados de su cuello.
En un principio se
sintió tenso, pero luego se fue relajando, a punto tal que comenzó a cerrar los
ojos y a percibir el camino que seguían aquellas manos.
Respiró con
profundidad y comprobó que ejercían la presión justa y que el dolor muscular
comenzaba a disminuir.
De pronto abrió los
ojos y decidió que era hora de ir a acostarse.
-
Ya está bien Ana. - Y se levantó de su sillón.
-
Se encuentra mejor señor ? –
-
Si, muchas gracias. –
-
Voy a desconectarme Señor. Entraré
en funciones nuevamente a las 7:00 hs para alistar a las niñas para la escuela
y ayudar a la Sra a prepararse para ir a trabajar. –
-
De acuerdo Ana, hasta mañana. –
La robot dio cuatro pasos hacia atrás y se
paró junto a la pared para quedar inmóvil y con los ojos cerrados. Parecía como
que se hubiera quedado dormida parada.
Estaba desconectada y hasta las siete no se movería.
La mañana era el momento mas turbulento del
día. Niñas que iban de aquí para alla arrastrando mochilas y buscando útiles escolares
o esposas buscando carpetas y bolsos.
Carlos, quién trabajaba en casa desde su
computadora, observaba todo ese movimiento de tazas de café tomadas con prisa e
instrucciones de último momento, con distancia.
Pero a su vez observaba a Ana. La robot, con paciencia y eficiencia
solucionaba cada uno de los problemas previos a la rauda partida hacia la
escuela o la oficina.
-
Chau querido. - El beso en la frente.
-
Chau papá. - Y los aparatosos abrazos de despedida.
De pronto todo fue silencio.
Carlos se quedó mirando por la ventana como su
familia salía con el auto. A sus
espaldas un sonido lo sorprendió, era Ana juntando las tazas para lavarlas.
Se había desacostumbrado, ese trabajo
normalmente lo realizaba él, pero ahora disponía de su tiempo.
Se sentó frente a la computadora y comenzó a
hacer su trabajo.
Concentrado en sus tareas no reparó en que Ana
estaba por ahí cerca acomodando el living.
Al percibir su presencia se dio cuenta que se había cambiado de ropas.
Hasta los robots deben hacerlo, serán seres artificiales pero están expuestos
al medio ambiente.
Cada tanto necesitaban una limpieza,
inclusive. Debían ser transladados a los talleres de servicio donde los
higienizaban y hacían el mantenimiento necesario.
Carlos prestó atención a la nueva vestimenta
de Ana, se había puesto un catsuit negro ceñido.
Mientras acomodaba el living Carlos la
observó. Realmente las hacían bastante bien, bastante reales. Su cuerpo era muy armonioso. La vestimenta
resaltaba notoriamente sus muslos y nalgas. Casi imposible decir que aquello no
era una mujer de verdad. Inclusive el busto bien redondeado y simétrico
conjugaba en aquel cuerpo menudo y hasta un tanto atlético.
Carlos se sorprendió a si mismo con la mirada
fija en las nalgas de Ana.
Se rió y pensó que aquello era como admirar
las caderas del lavarropas o la heladera.
Sin nada que indicara que lo iba a hacer, de
pronto Ana giró su cabeza y sus ojos vivaces quedaron enfrentados con los de
Carlos. Sus comisuras se elevaron en una mueca de simpatía.
-
Necesita algo Señor ? –
-
Eh..No, no, no necesito nada.
- Y la robot se dio vuelta. Carlos volvió a contemplarla.
-
Estoy recontenta con Ana. – Dijo Alicia
-
Me alegro, esa es la idea, que te
alivie el trabajo. –
-
Además tiene otras cualidades.
Ayer me hizo unos masajes espectaculares en la espalda, deberías probarlos. –
Carlos solo se limitó a sonreir. Alicia volvió a sentarse en su regazo.
-
Te vas a quedar hasta muy tarde
levantado hoy con la compu ?
-
Eso depende.
-
Bueno…si te copa te puedo esperar.
- Aclaró Alicia, en tono cómplice,
susurrándole a la oreja sus planes.
De pronto, tan silenciosa como de costumbre
apareció Ana. Carlos, incómodo, trató de
levantar a Alicia pero esta se resistió y se quedó en su lugar.
-
Necesitan algo mas los señores ?
- preguntó
Alicia miró a
Carlos. - Yo no
¿ Y vos ? –
Carlos tardó una
fracción de segundo en contestar
- No, yo tampoco. –
-
Está bien Ana, podés desconectarte
–
-
Voy a desconectarme Señora.
Entraré en funciones nuevamente a las 7:00 hs para alistar a las niñas para la
escuela y ayudar a la Sra a prepararse para ir a trabajar. –
Dicho eso, fue a su lugar habitual y se quedó
inmóvil.
-
Lindo trajecito se puso ¿ No ?
- Dijo Alicia.
-
Si, viene con su provisión.
-
Viste que linda cola que tiene
? Cada vez las hacen mejores. – Dijo la
mujer
Carlos sentía el tibio cuerpo de su esposa, su
suave piel y las firmes curvas de Alicia.
Pero se daba cuenta que, pese a que trataba de concentrarse, imágenes de
Ana acudían a su mente.
Y en un momento, inclusive, hasta le pareció
escuchar un leve sonido de servomecanismos tras la puerta cerrada, en medio de
los gemidos de su esposa.
Luego se durmió preocupado.
Carlos pasaba gran parte del día solo en su
casa, aunque ahora se podría decir que estaba acompañado.
-
Señor. –
Como de costumbre,
Ana solía aparecer con tanto sigilo que Carlos se sobresaltaba al escucharla.
-
Si Ana. –
-
Hace quince días que estoy en esta
familia Señor. –
-
Si, es cierto. –
-
Si mira el manual verá que ya
necesito una recarga de mis baterías, o de lo contrario en dos horas mas
detendré mis funciones. –
Carlos se había olvidado de ese detalle. El
robot poseía una alarma que se activaba dos horas previas a quedar sin energía.
Se dirigió a buscar el envoltorio donde estaban las instrucciones y encontró un
cable con una placa. Simplemente debía enchufarlo a la red eléctrica de la casa
y conectarlo a la robot. Con unas horas alcanzaría por el momento, luego la
dejaría cargando toda la noche.
Tomó el manual y se dirigió a conectarla. Menuda
fue la sorpresa de Carlos al ver que la interfase se encontraba en la parte
baja de la espalda, a la altura de la cadera. Allí debía conectar el cable.
Luego los mandos para activar la carga estaban ubicados por detrás de la
cabeza, en la nuca, donde había una pequeña compuerta bajo el cabello.
-
Bueno…voy a tener que enchufar
esta placa. –
Sin que dijera nada mas, Ana procedió a bajar
el cierre de su catsuit y simplemente dejarlo caer.
Quedó desnuda ante la mirada absorta de
Carlos.
La robot solo permaneció rígida esperando ser
conectada. El hombre la miró de pies a
cabeza solo para decirse que hermoso cuerpo tenía Ana.
Sus hombros eran delicados y no muy caídos.
Sus senos, firmes y redondeados eran perfectamente simétricos. El ombligo era
algo extraño. No habían escatimado detalles al diseñarla.
-
Vas a tener que darte vuelta, Ana.
–
La robot obedeció y
giró sobre sus pies, dando la espalda al humano.
Ahora Carlos pudo
observarla detenidamente, sin que los ojos de ella a su vez lo escrutaran a él.
Su espalda
describía tres suaves curvas, la dorsal, donde hasta se destacaban unas
prominencias que simulaban las vértebras y los omóplatos. Luego la curva invertida lumbar, la que
consideró particularmente bella y por último la de los glúteos, turgentes y
firmes.
Tanteó sobre la
zona lumbar y se dio cuenta que la sensación de rozar aquella piel era similar
a la de Alicia. Ana era perfecta.
Palpó un poco mas
abajo y de pronto tuvo que salir de su ensueño.
-
Ese es el lugar exacto de la
interfase Señor, solo presione mas fuerte y la tapa se abrirá.
En efecto, una
presión sobre la zona hizo que una pequeña compuerta se descorriera dejando
expuesta una conección para el cable de recarga.
Carlos colocó el
cargador en la ranura y luego puso el otro extremo en el enchufe de la pared,
ahora faltaba programar la recarga.
-
Levantate el cabello de la nuca
Ana. - La robot lo hizo.
Tras la cabeza había otro compartimiento con un
display con las opciones de recarga. Eligió una. Solo debía dejarla unas horas para que
acumulara energía suficiente.
Al pasar frente a la robot no pudo evitar
mirarla. Se quedó clavado en su lugar recorriendo con su mirada el rostro de
Ana. Esta, en silencio, a su vez lo observaba.
Carlos siguió cada curva de su cara, sus
labios, su nariz, hasta que su mirada se posó en los ojos. La robot también lo
miró fijamente. Parecía tan real, tan humana, parecía increíble que fuera solo
una máquina. Hasta parecía tener sensaciones.
Carlos, casi sin darse cuenta, llevó una de
sus manos hasta el rostro de Ana y lo rozó levemente para luego acariciar su
cabello. De pronto, en forma abrupta,
dejó de hacerlo y se retiró sintiéndose sumamente ridículo.
Por la noche, durante la cena, Carlos trató de
mostrarse lo mas normal posible, sin poder quitar de su mente lo ocurrido
durante la tarde.
Mientras Ana servía la cena, la observaba,
pero ella continuaba con sus tareas con la mayor naturalidad. Era solo un
robot.
De pronto habló.
-
Señor, le recuerdo que esta noche
me debe dejar conectada para completar mi
recarga. –
-
Gracias Ana. Ya lo había
recordado. –
Alicia continuó cenando sin darle ninguna
importancia al asunto.
Esa noche, mientras se encontraban haciendo el
amor, Carlos escuchó con total claridad unos pasos por el pasillo. No eran
pasos infantiles.
Mas tarde Carlos se levantó. – Voy a tomar algo ¿ Querés que te traiga ? –
-
No, gracias. Me voy a dormir. – Contestó, soñolienta Alicia.
Carlos bajó las escaleras y en lugar de dirigirse
a la cocina lo hizo al living. Alli estaba Ana, rígida y enchufada. La observó
en detalle, pero no para apreciar sus curvas sino para ver si se había movido.
Aparentemente estaba en la misma posición, aunque para un robot no sería muy
difícil repetir una misma postura.
Dio una vueltas a su alrededor y todo parecía
en orden ¿ Se estaba él mismo desequilibrando ? ¿ Podía ser posible que la
robot los escuchara mientras ellos hacían el amor ? ¿ Podía llamarle la
atención esa actividad humana ?
Se restregó los párpados y decidió que lo
mejor era irse a dormir.
Por la mañana pudo, Carlos, concentrarse en su
trabajo. Apenas se levantó solo pensó que todo eran ideas suyas, quizás
motivadas por que la robot tenía un cuerpo esbelto, nada mas. El era un hombre
joven y era natural que eso le llamara la atención, también le sucedía lo mismo
al mirar una mujer en la tv o en una revista, no debía preocuparse, no debía
darle importancia.
Continuó asi toda la mañana. De pronto, sin
darse cuenta, el sonido de un trueno lo sacó de su concentración, había
comenzado a llover. Corrió la cortina de la ventana frente a si y observó el
agua que caía y prestó especial atención al sonido, al casi hipnótico sonido.
-
Señor –
Otra vez, Ana, con sus
apariciones fantasmales lo sobresaltó.
-
Ah..si ¿ que sucede Ana ? –
-
Esta lloviendo.-
Carlos la observó, estaba
absorta, estática, mirando la lluvia a través del ventanal. Casi se podía decir
que emocionada ¿ Era eso parte de su programación ?
-
Es hermoso. - Dijo sin salir de su posición. A Carlos le
pareció que en cualquier momento se le caería una lágrima. Recordó aquello que
había leído ¿ Podían los robots tener sentimientos ?
La fascinación de Ana por la
lluvia era conmovedora. De pronto ella estiró su mano y tocó el vidrio empañado
de la ventana. Lo rozó dejando su huella en la humedad de la condensación.
-
Es frio y húmedo ¿ Ud puede
sentirlo Señor ? –
-
Por supuesto que si. –
-
Podré yo tener sentimientos Señor
? –
A Carlos le extrañó
mucho esa pregunta. – Por que lo preguntás ? –
-
Las niñas dicen que me quieren y
eso me agrada. La señora aprecia mis
tareas y eso me reconforta. Pero Ud Señor, nunca me dice nada. Solo me observa.
–
-
No entiendo que me querés decir,
Ana –
-
Yo le agrado Señor ? –
Carlos se quedó mudo e
inmóvil ante la pregunta, no supo que contestar ¿ que se le debía contestar a
un robot ?
-
Ehhh..Yo…Por supuesto que me
agradás, sos muy eficiente, atenta con las nenas y Alicia. –
Las comisuras del
robot se elevaron levemente en una perfecta imitación de una sonrisa de satisfacción.
-
Señor, me gustaría hacer cosas
para agradarle mas, eso me satisfacería. –
-
Que cosas ? - preguntó Carlos, casi sin pensar.
-
Lo que Usted deseara Señor, yo
puedo complacerlo. Cuando lo necesite solo pídalo. –
Se quedó inmóvil en su asiento ¿ Era todo eso
parte del procesador afectivo ?
-
Señor, deseo agradecerle por ser
tan amable conmigo ¿ Puedo ? –
-
Si, claro que si. –
De pronto Ana se acercó. Carlos vio
aproximarse el rostro ovalado y decidió quedarse quieto. De pronto sintió los
labios sintéticos posarse sobre los suyos. No había diferencia con labios
humanos, los sintió firmes pero tibios. El beso pareció que durara una
eternidad. Asi como se acercó se alejó, con la sonrisa de satisfacción, dio
media vuelta y fue a continuar con sus tareas.
Carlos se quedó asi, estático y pensativo
durante el resto de la mañana, mientras la lluvia seguía golpeando el vidrio.
El ruido del agua parecía distinto.
Carlos creyó enloquecer. Su mente estaba
puesta todo el día en Ana. Si bien su racionalidad le indicaba que debía
comprender que era solo un ser artificial, otra parte de si le decía que era un
ser vivo.
Un ser vivo ? Se reía de sus propios
pensamientos. Pero ¿ Que era la vida después de todo ? ¿ Lo sabían con certeza
los humanos ? Existía un solo tipo de vida ? Era indispensable que fuera biológica
?
Ana se movía, tenía gracia, vitalidad,
belleza. Podía una criatura asi no tener vida ?
Aun recordaba sus labios.
Por las noches, al estar en la intimidad con
Alicia, continuaba sintiendo ruidos tras la puerta de la habitación. El hecho
de pensar que la robot estaría del otro lado escuchándolos le provocaba
sensaciones morbosas y entonces hacía que sus relaciones fueran mas ruidosas
para alimentar ese morbo.
Esa mañana Carlos decidió dejarse llevar
totalmente por sus sensaciones. Fue hasta la cocina y allí estaba Ana con sus
tareas.
-
Ana ¿ Podrías dejar un momento de
atender tus tareas ? –
-
Si señor .- Se dio vuelta y lo observó.
Carlos se acercó y la tomó por la cintura.
-
Quiero que me satisfagas .-
Ella elevó las
comisuras. – Con todo gusto Señor .-
Carlos la besó y ante su
sorpresa ella respondió, lo rodeó con sus brazos haciendo la presión justa.
Pensó en lo perfecta que estaba hecha, hasta tenía lengua y la sensación de
rozarla era tan natural como cualquier humano y ella sabía manejarla.
Lentamente, Carlos la fue
llevando hacia la habitación y ella no opuso ninguna resistencia.
Todo continuó asi por
semanas, meses. Por la noche, Alicia, quién desde que llegara Ana se encontraba
mas sensual y dispuesta, tal vez por el hecho de tener mas tiempo libre en la
casa. Por las mañanas, Ana, en una relación tan extraña como agradable.
Prácticamente no había diferencia con una mujer humana.
La situación era casi ideal y
Carlos se sentía muy bien. Sus pensamientos torturantes en un principio,
estaban desapareciendo. Todo estaba bien, por el momento.
Hasta la pregunta, la
pregunta que jamás habría esperado escuchar.
-
Señor ? –
-
Si Ana ? –
-
Hoy no desea que lo satisfaga ? –
-
No, hoy no. Tengo trabajo que
hacer ¿ Podrías traerme un café ? –
Se retiró silenciosamente. Al rato trajo una
taza de café humeante.
-
Tal vez lo haga defectuosamente ?
–
-
Como ? A que te referís ? –
-
A satisfacerlo Señor -
Carlos, nuevamente, no supo que contestar. Los
procesos de razonamiento de Ana la estaban llevando a esas preguntas. El
procesador afectivo, tal vez, la hacía dudar.
-
Ana, que no requiera de
tus…servicios, no significa que me desagrades. Solo que en este momento tengo
que concentrarme en mi trabajo, solo eso. –
La robot se quedó
quieta por unos segundos. Su procesador estaría evaluando la respuesta.
-
Es probable que la Señora Alicia
lo satisfaga mas eficientemente que yo ? –
-
Por dios Ana ! No creo que deba ser un tema que te preocupe
–
-
Mi finalidad primaria, Señor, es no provocar daño de ningún tipo a un ser
humano, ya sea físico o psíquico. Quizás el hecho de no satisfacerlo plenamente
podría provocarle algún daño, de ahí el motivo de mi pregunta.
La famosa primera ley de la robótica estaba
funcionando, de una manera un tanto extraña, pero funcionaba. Carlos no había
tenido en cuenta que cuando se decía que: “ Un robot no puede hacer daño a un
ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño “, no solo se
refería al aspecto físico únicamente.
La pregunta de Ana encajaba perfectamente
dentro de ese contexto. Que ella no lo
satisfaciera, podría provocar algún desagrado en Carlos, por lo tanto un daño.
Y eso era inaceptable para un robot.
-
Tranquila Ana, no es asi. No me
has provocado ningún daño de ningún tipo.
Con el correr de los días la situación se fue
tornando mas difícil para Carlos. Las
preguntas de Ana se volvían mas frecuentes. Se sentía asediado.
Por suerte, en presencia de Alicia, la actitud
de la robot era normal, pero cuando estaban solos siempre volvía sobre el tema.
La situación se estaba tornando insoportable.
-
Ana, me estás presionando.-
-
Yo solo deseo satisfacerlo Señor,
es mi propósito principal –
-
No deseo ser satisfecho en todo
momento.-
La robot,
nuevamente tardó segundos en elaborar una respuesta.
-
No desea ser satisfecho ? Eso no es muy aceptable. Si el hecho de ser
satisfecho le resulta agradable y positivo
Por que no desea que lo satisfagan ? Acaso le creo problemas en su
relación con la Señora Alicia ? –
-
No, Ana, no es eso. Es difícil de
explicar. –
La robot se retiró a continuar con sus tareas.
Pero antes de trasponer el umbral de la puerta se detuvo, dio media vuelta y
dijo: - Señor, me gustaría ser la única que lo satisfaga. Asi no tendría Ud los
conflictos que tiene. –
Carlos se encontró en una encrucijada. Todo por dejarse llevar por sus instintos y encima
con un robot.
Alicia no entendería. Y la lógica de Ana le
estaba trayendo problemas. Realmente no sabía que hacer.
Si quisiera devolver el robot, Alicia no comprendería
muy bien por que. O si de lo contrario, entendía el por que, tal vez sería el
fin de su relación, no importaba que fuera con un ser artificial. Lo importante
era lo que había hecho, no con quién o con que en este caso.
Sin duda, el hecho de interactuar con un
humano a ese nivel, abrió conflictos en los circuitos de Ana. Carlos comprendió
que la robot obraba de acuerdo a su programación, pero algo en el interior de
su procesador no estaba bién. Estaba teniendo que lidiar con informaciones
opuestas y eso era muy difícil de comprender para una máquina.
El humano presenta en su cerebro distintos
procesos que en cierta manera permiten sobrellevar esos conflictos, sin alterar
las funciones primordiales. En el robot no ocurre eso.
El procesador afectivo, si bien lograba que un
robot comprendiera y atendiera mejor las necesidades de sus dueños, también
hacía que se creara una dependencia excesiva, lo que en definitiva podía ser un
tanto asfixiante para el humano.
Hasta que una mañana se desató el conflicto.
Alicia y las nenas se fueron como de
costumbre. Carlos trató de atender sus tareas, cuando unas manos comenzaron a
frotar su espalda con suavidad.
Se dio vuelta, casi con violencia, para
encontrar a Ana con su eterna mueca de sonrisa.
-
No Ana, no deseo masajes en este
momento. Te ordeno que no me masajees a menos que yo lo pida. - Carlos lo expresó de esa forma, para poner
bien en claro la referencia a las leyes de los robots. Eso debería funcionar.
La robot dio un paso atrás y se quedó quieta
unos instantes. Su procesador tardaba unos segundos en evaluar la situación.
-
No comprendo Señor. Antes
solicitaba mi atención y ahora no ¿ Acaso lo hago mal ? –
Otra vez el mismo discurso. Sin duda el
procesador afectivo entraba en conflicto con las leyes.
-
No, ya lo dije antes Ana, es solo
que no deseo todo el tiempo ser satisfecho. -
Trató de razonar.
Ana ladeó su cara en un gesto, que a Carlos le
parecía, como si estuviera pensando.
-
La única explicación posible que
puedo encontrar es que entre la Sra Alicia y yo, ella evidentemente lo
satisface mejor, de ahí que Ud me rechace. -
Nuevamente se quedó en silencio. – Tal vez, entonces, le esté provocando
un transtorno - Casi convulsivamente dio
un paso hacia atrás, tomando distancia de Carlos.
Ahora levantó la mirada y observó al hombre. –
Señor, se estarán dando en mi eso que los humanos llaman celos ? –
Carlos la observó casi horrorizado. La robot
había, de pronto, dado un paso enorme en su evolución: comprendió un
sentimiento.
Superando su programación original había
desarrollado algo nuevo en sus procesos. Era eso, estaba celosa, sentía celos
de Alicia. De ahí su comportamiento.
-
Los celos son enfermizos Señor,
son dañinos. – Otra convulsión invadió el cuerpo de la robot. Una de sus
comisuras se desplazó grotescamente hacia arriba y una de sus manos comenzó a
temblar.
Carlos quiso
acercarse pero Ana tomó distancia.
-
Sin dagme cuenta estuve…estuve
haciéndole dag….ño todo este tiempo Señorg. –
había comenzado a hablar mal.
Carlos comprendió,
el conflicto entre las leyes y el procesador afectivo la estaban destrozando.
Su procesador estaba en una contradicción absoluta y no podía soportarlo, se
estaba desmoronando.
-
¡ Aléjese Señog ! Zoi pelig…grosa - Y dio un empujón a Carlos quien fue a dar
contra la pared.
La robot inmediatamente levantó, como pudo, su
cabello y accedió a su display en la parte posterior de su cabeza. Con ligereza
oprimió los controles.
Desde el suelo Carlos vio como todo el cuerpo
de Ana tembló espasmódicamente. La viveza de sus ojos se apagó y de entre su
cabello se elevó algo de humo. Luego cayó pesadamente en el piso.
Carlos se acercó, pero ya sabía lo que había
ocurrido.
La tocó y estaba rígida. Ahora solo parecía un
muñeco. La primera ley había funcionado por sobre la tercera. Ana se había
suicidado.