Sentado ociosamente observa el verde de la espesa vegetación. Alla abajo se extienden los bosques. A lo lejos ve las aguas de un mar. Levanta el rostro y deja que el calor de los rayos solares le de de pleno. Una fresca brisa recorre el valle.
En el centro de aquella depresión natural hay algo que no concuerda con el paisaje, algo metálico y herrumbroso. Toma los binoculares, los enfoca y observa el objeto.
La forma aracnoide, las patas y las dos ventanillas que semejan a enormes ojos. El óxido va reemplazando a la que en un momento fuera una bruñida supeficie. Ya ni la inscripción en uno de sus laterales puede leerse, pero él sabe bien de que se trata: el Apollo XVII.
El viejo módulo de alunizaje se encontraba ahí como un olvidado monumento a una humanidad que ya no existía.
Metío la mano en su mochila y extrajo unas viejas fotos de un paisaje lunar. Las miró por un momento y luego colocó una frente a si extendiendo el brazo, comparándo el paisaje, alla enfrente, con el de la foto.
Es increíble, no puede creer que esas imágenes de un mundo seco sin vida fueran del lugar que el estaba pisando ahora.
En la foto se veía una llanura polvorienta y grisácea que antiguamente llamaban mare. En el centro se elevaban las paredes de un mediano cráter y al fondo la entrecortada silueta del contrastante horizonte lunar. Elevando solo un poco la vista la figura inconfundible azulada y llena de nubes de la Tierra.
Bajó la foto y volvió a contemplar el paisaje. Una leve elevación redondeada marcaba el lugar donde una vez había estado el cráter, la erosión de siglos había hecho su trabajo.
El mare estaba ahora reemplazado por otro, pero de color verde y que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. El cielo, en la foto de un color profundamente negro, era de un celeste intenso y aun elevando solo un poco la vista se veía la vieja Tierra.
Con los prismáticos la miró, se podía ver perfectamente al planeta madre, pero nada tenía que ver la imagen que tenía encerrada en la lente con la de la foto. Su aspecto era apagado, grisáceo, muerto. La Luna es como fue la Tierra y la Tierra es como la Luna fue.
Terraformación, esa palabra la había oido tantas veces, sabía de memoria la historia. La sobrepoblación de la Tierra había llegado a un punto muy crítico. La ciencia estaba capacitada para dar un gran salto, un salto hasta la Luna y transformarla en un sitio habitable y respirable. Mediante un lento proceso físico-químico se podía lograr crear una atmósfera y a medida que esta se fuera consolidando se iría desarrollando una flora que con el correr de las décadas transformaría completamente la imagen lunar.
Asi se hizo y las primeras familias de colonos fueron arribando a la Luna y poblándola en casas construidas al aire libre. Pero en la Tierra existía otro problema quizás mucho mayor: la estupidez humana.
Los conflictos entre las potencias fueron en aumento, la intolerancia y las ansias desmedidas de poder hicieron el resto. Unos pocos días fueron suficientes. Las terribles armas desarrolladas acabaron con enemigos y no enemigos, el mundo se vio sumido en un permanente gris radiactivo. El tan temido invierno nuclear cubrió el planeta por años, nunca mas se vio el Sol y todo fue muriendo. Los pocos que pudieron escaparon a la Luna y desde alli observaron como su planeta se cubría de densas y obscuras nubes mientras bajo ellas lo poco que quedaba de vida se consumía.
Los humanos se horrorizaron de lo que ellos mismos habían logrado. Miles de millones murieron en cuestión de semanas convirtiendo su mundo en un páramo yermo y desolado.
Por siglos nadie volvió. La Luna se transformó en su nuevo hogar y las cosas cambiaron. Se comprometieron a que nunca mas sucedería una cosa asi, no llevarían sus viejos conflictos al nuevo mundo.
La tierra seguía ahí arriba. Con el correr de los días se desplazaba lentamente hacia el este lunar hasta desaparecer y solo quedaba el Sol en el cielo. El día era eterno en la Luna, la noche también.
Guardó la foto, los binoculares, colocó su mochila sobre su espalda, dio una última mirada al paisaje y se dispuso a partir, dentro de pocas horas debía unirse al grupo que partiría en misión de investigación hacia la Tierra.
Aparentemente podía volver a ser poblada.
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